La autoestima es uno de los pilares fundamentales de nuestra salud mental y emocional.
Sin embargo, en contra de las creencias populares, no se trata de una evaluación fija. Sino de una percepción subjetiva moldeada por vivencias, comparaciones y expectativas.
Comprender su naturaleza es el primer paso para abordarla de forma realista y saludable, sin caer en idealizaciones que a menudo generan insatisfacción o en técnicas que terminan empeorando nuestra relación con ella.
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Toggle¿Cómo desarrollar una buena autoestima en terapia?
Desde un enfoque terapéutico, es crucial reconocer que una autoestima sana no depende de la perfección ni de ideales inalcanzables, sino de alcanzar una aceptación de las propias virtudes y límites, a la vez que uno trabaja por sus metas.
La mayoría de las personas llevan vidas “normales”. Es decir, vivimos acontecimientos que no se salen de lo común y tenemos algunas habilidades para “más o menos” ir afrontando la vida.
Aceptar esta realidad libera de presiones innecesarias y permite que te centres en alcanzar metas realizables, construyendo una autoimagen coherente y satisfactoria, en lugar de castigarte por todas las cosas que no eres.
No es necesario ser un superhéroe para tener una autoestima fuerte y sana. La mayoría de personas son capaces de aceptar sus límites y disfrutar plenamente de su vida sin necesidad de caer en expectativas irreales.
Errores comunes en la terapia de autoestima para adultos y cómo evitarlos
En consulta, a menudo se aborda la autoestima a través de enfoques que aumentan la autocrítica y la vigilancia sobre nuestro sentido de autoestima.
Entre los errores más comunes se incluyen:
- Aspirar a una versión inalcanzable de uno mismo.
- Enfocarse exclusivamente en la evaluación de la autoestima, lo cual termina poniendo el foco en nuestra “falta” de la misma.
- Compararse constantemente con los demás.
El objetivo de la terapia de autoestima debe ser guiar al paciente hacia acciones prácticas que construyan una autoestima estable, en lugar de poner su atención en sensaciones subjetivas que son complicadas de medir o “aumentar” (aquí puedes leer cómo la autoestima puede ser dañina si la entendemos como una autoevaluación).
El objetivo de una buena terapia para la autoestima debe ser ayudar a la persona a construir una vida por la que pueda sentirse satisfecho, caminando hacia sus metas personales y estableciendo criterios más realistas para valorarse.
Qué es una buena terapia para la autoestima
Para mejorar la autoestima, centrarse en acciones y en el logro de objetivos es mucho más eficaz que dar consignas positivas del tipo “yo lo valgo” o “quiérete más”.
(¡De hecho, en ocasiones, un exceso de autoestima puede ser malo! ¡Ups!)
A menudo, este positivismo hacia uno mismo no sirve para poner a la persona en el camino de acciones más eficaces para establecer una relación sana consigo mismo. Y, además, puede aumentar la frustración de la persona, que no percibe estas frases como realistas.
Las estrategias que sí permiten mejorar la autoestima son:
- Establecimiento de metas personales: alineadas con valores y deseos propios, de lo que cada uno considera importante.
- Apreciación de logros pequeños: cada pequeño avance nos ayuda a construir una imagen más positiva de nosotros mismos.
- Autoaceptación frente al perfeccionismo: reconocer que no se necesita ser perfecto para tener una autoestima saludable.
Redirigir la atención a actividades y metas concretas genera confianza y un autoconcepto positivo sin necesidad de aumentar la autoestima de manera “ficticia”.
Técnicas terapéuticas y estrategias prácticas
Diversas técnicas en terapia pueden fortalecer la autoestima de los adultos:
- Reestructuración: cambiar la manera en que percibimos ciertas situaciones o la concepción que tenemos acerca de la propia autoestima.
- Entrenamiento en asertividad: expresar necesidades y deseos de forma respetuosa.
- Técnicas de autoafirmación: utilizar frases en sentido positivo, que nos encaminen hacia la acción en lugar de a la rumiación continua.
- Autocuidado: cuidar de uno mismo, de nuestros intereses y nuestra vida privada nos permite construir una identidad más saludable (aquí te dejo unas ideas para tener un buen autocuidado).
Cada una de estas técnicas facilita cambios prácticos y fomenta el desarrollo personal sin depender exclusivamente de la valoración alta o baja de nuestra autoestima.
Conclusión: tener una buena autoestima implica pensar menos en ella
La autoestima no es un objetivo cuantificable, sino el reflejo de cómo vivimos nuestras vidas. Por tanto, nuestro objetivo en terapia no puede ser «subirla» o «bajarla» como si fuese un termómetro que podemos regular.
Dirigir la atención hacia metas prácticas y al progreso continuo mejora la autopercepción y reduce las comparaciones externas.
Una terapia centrada en la acción y la aceptación puede transformar profundamente la vida de quienes buscan fortalecer su autoestima.
¡Y una cosa más!
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